Modulo Educativo



Módulo educativo sobre  el proceso de Morir


Lisbeth Quesada Tristán

La muerte es algo tan natural en nuestra vida diaria que pocas veces nos percatamos de ella. La naturaleza se encarga de mostrarnos todos los días que todo ser viviente tiene siempre un principio y un fin y entre este principio y este fin está la vida. ¿Pero por qué, a pesar de ser algo tan natural y cotidiano, nos causa tanto conflicto?

Existen muchos factores que intervienen para que esto sea así y cada caso es particular y único. Todos tenemos formas diferentes de enfrentar la muerte. Existen factores culturales, religiosos, económicos y personales que tienen que ver con nuestra experiencia pasada con relación en la muerte. La muerte de un ser querido significa para nosotros una pérdida, una separación dolorosa. Nuestro ser querido que muere deja un gran vacío personal. Muchas personas identifican este vacío, como si nuestro ser querido nos hubiera abandonado.

La realidad es que la muerte es un hecho inevitable… la muerte de alguien a quien amamos… o nuestra propia muerte algún día. Esto debe enfrentarse y aceptarse si queremos vivir plenamente hasta el final, si queremos estar preparados para esto emocionalmente y en aspectos prácticos, como por ejemplo, si queremos dejar disposiciones especiales o hacer nuestro testamento.

Las reglas del juego siempre han estado muy claras para todos, pero es difícil enfrentar esta realidad tan dolorosa.

1. Todos debemos vivir la vida.
2. Todos  debemos morir algún  día.
3. Solo se le gana a la muerte preparándose para cuando llegue. La muerte y la vida son caras de una misma moneda y solo cuando logramos incorporar la muerte a nuestras vidas como algo natural, es que logramos vencerla.

Morir es la experiencia final de vida.

 Existen cambios físicos:
No se tiene la misma energía, de antes. Ya  no se puede caminar o hablar. Puede la persona estar confundida, debido a la acción de los medicamentos o por progreso de la enfermedad.  Puede tener dolor.
Mentales y emocionales:
 Se reacciona al proceso de separación de  los seres queridos y /o objetos de una forma totalmente personal y particular. La muerte llega cuando todas las funciones vitales del  cuerpo cesan, se tiene plena conciencia de ese momento o puede suceder que  el cuerpo aún esté ahí funcionando, pero  la mente ya no  se pueda comunicar con los demás.

Las reacciones ante este proceso de enfrentarse y asimilar la idea de la muerte por parte de los individuos son muy variadas. Mucho depende del tiempo que se tenga para reaccionar y de los antecedentes de experiencias personales y culturales. Si se  favorece el proceso, generalmente se logra asimilar esta idea en 5 fases:

1. Negación
2. Cólera
3. Regateo
4. Depresión
5. Aceptación


La esperanza es una actitud que se mantiene y sostiene  al individuo hasta el final.

De todas formas, cada persona enfrenta su muerte de una manera única. No necesariamente alguien que está muriendo tiene que experimentar todas las fases, ya sea:

- Porque no comprende bien lo que está sucediendo.
- Porque se rehúsa a considerar la situación.
- Esconde sus sentimientos por diversas razones.
- Combina las  fases o no pasa por todas ellas.

Estas fases no son estáticas, no son un molde por el cual todos deben pasar en forma ordenada; de nuevo, cada ser humano tiene su forma particular de enfrentar este proceso.

Es frecuente que la persona tenga períodos donde continúa disfrutando de la vida y períodos en los que todo es negro y negativo. Se piensa mucho en cómo será este momento o cómo será después de la muerte, tendré o no-dolor, preocupa mucho la familia y los seres queridos. El comportamiento varía con diferentes personas, aun en circunstancias parecidas.

1. Negación

Nos negamos a aceptar que esto nos esté pasando a nosotros. “Debe existir una equivocación en el diagnóstico”. Por lo general, nunca nos hemos planteado la posibilidad de nuestra propia muerte, además de que en nuestro inconsciente somos inmortales.

La negación es un mecanismo de defensa que usamos muy frecuentemente para enfrentar los problemas en la vida. Sentimos que si negamos un hecho o una circunstancia real, esta va a desaparecer por sí sola. Muchas veces solo logramos complicar aún más las cosas.

Si se niega el dolor que produce interiorizar nuestra muerte, tal vez desaparezca, sin tener que expresarlo o trabajar sobre él.

Se podría decir que:

- La negación es una reacción normal inicial ante la consternación que nos produce saber que la muerte está próxima.

- Nos permite tiempo para recogernos en nosotros mismos, frente a la aterradora idea de nuestra desaparición física.

- Usualmente es una respuesta temporal e insuficiente con la cual enfrentamos el dolor que significa la muerte.

- Usamos este mecanismo de negación de nuestra realidad, muchas veces a lo largo de la enfermedad.

Hoy parece que hablamos en forma natural sobre nuestra muerte y mañana hablamos de todos los planes que tenemos para el futuro lejano. Si una persona tiene necesidad de negar la realidad, es porque ésta resulta muy dolorosa, no es que no lo sepa o no comprenda, por lo tanto, no  se debe reforzar esta conducta, pero tampoco enfrentarlo a la fuerza, a que reconozca su condición.

2. Cólera:

Usualmente sigue después de la fase de negación y expresa la angustia ante la impotencia que produce saber de nuestra próxima muerte. Es un período difícil, pero igualmente necesario:

- Difícil para la persona que está muriendo, pues la cólera viene o llega de forma imprevista y no es muy fácil de controlar.

- Todo molesta e irrita y no se  comprende por qué.

- Expresar la cólera de esta forma despierta sentimientos de culpabilidad ante los demás, que luego no  se sabe cómo enfrentar.

- Nos avergüenza  este comportamiento.

- Difícil para la gente que nos rodea, pues muy frecuentemente es blanco  la ira.

- Y para los otros es muy difícil no responder con hostilidad a la agresión recibida.

Los niños pueden sentir que sus padres no los han protegido lo suficiente y por eso enfermaron. Los adolescentes pueden resentir que sus amigos aún se divierten y continúan con sus actividades a pesar de que él o ella esté muriendo. Los adultos pueden sentir envidia de la salud o las oportunidades de sus amigos… que la vida no es justa. Las personas mayores pueden sentirse inválidas y una carga para sus seres queridos y esto se expresa en forma de ira.

Podríamos decir que es necesario:

- No personalizar la hostilidad recibida.
- Comprender que la cólera es una respuesta normal, transitoria, temporal  y necesaria.
- Tener paciencia y mucha comprensión. Darle permiso de enojarse al enfermo.
- Rescatar lo positivo de cada hecho en particular. Poner límites si sentimos que nos ofenden, pero reanudar la relación  tan pronto como sea posible con la persona enferma.
- Escuchar con atención y no juzgar.


3. El regateo:

Es un intento por posponer la muerte. La persona se dice a sí misma: “Está bien, ya sé que voy a morir, pero… o deseo… y para esto necesito más tiempo…”.

Es una fase poco conocida, pues la persona suele hacer un trato con Dios, íntimo, entre ambos, ofrece esto o lo otro a cambio de salud, tiempo o algún deseo. Incluye, pues, una oferta y un premio y también un límite de tiempo. Si se sobrepasa ese tiempo pedido, se vuelve a hacer otro pedido o límite, siempre intentando posponer la muerte. Pocas veces la persona mantiene su promesa, algunos ofrecen donar sus órganos si los médicos le prolongan la vida.

Sicológicamente, estas promesas pueden estar asociadas a sentimientos de culpa y esta fase no debe ser pasada simplemente por alto, ya que pocas veces las personas comparten con sus seres queridos, el hecho  de que están regateando -con Dios- más tiempo de vida, o un milagro.

Se podría decir que:

- El regateo usualmente involucra un cambio en el comportamiento o una promesa específica a cambio de más tiempo de vida.

- Casi siempre el regateo se hace en secreto con Dios.

- Muchas veces ese tiempo límite que se pide incluye aniversarios, celebraciones, acontecimientos importantes para la familia o cabos sueltos que necesitan  resolver. Si se pasa de ese tiempo límite, la persona se fija una nueva meta y pide de nuevo más tiempo.

El regateo es la parte de la esperanza que siempre se tiene y que nos sostiene hasta el final.


4. Depresión:

Ocurre cuando la persona que está muriendo enfrenta la pérdida de sus seres queridos, objetos, del mundo como él lo conoce y empieza su proceso de duelo, anticipándose a su propia muerte.

La persona se deprime por la falta de salud, por la pérdida de su independencia y por su dependencia presente, hasta por cosas muy sencillas, por actividades inconclusas, por todo lo que conforma la vida diaria. Por las cosas que pudo y quiso hacer, pero no hizo. Por las personas que están a punto de desaparecer –sus seres queridos– cuando muera. Porque se siente como una carga para los demás y la propia autoestima se ve afectada. En fin, porque es un hecho que se sale de nuestro control, un conflicto que no podemos solucionar y volvemos contra nosotros mismos la frustración de no poder cambiar esta realidad.

La depresión es una reacción normal que ayuda a interiorizar nuestra propia muerte y nos permite trabajar sobre nuestros sentimientos y deseos. Esta depresión se considera como la antesala de la fase de aceptación final.

Por lo tanto, no debe suprimirse o tratar de que la persona no la experimente. Esta etapa ayuda a que nos preparemos para morir y generalmente se inicia cuando los síntomas de la enfermedad terminal no se pueden ignorar por más tiempo.

La depresión también es una forma realista de enfrentar la verdad, el hecho de que la muerte es inevitable. La depresión es dolorosa sicológicamente hablando, para unos se expresa con llanto y desesperación, para otros es un dolor íntimo, callado y sordo.


5. Aceptación Final:

Esta fase coincide por lo general con la fase final de la enfermedad. La persona se encuentra muy cansada y muy débil. Ya no desea muchas visitas o ninguna. Se observa a veces mucha calma física, sicológica y espiritual. Puede ser que el paciente empiece a vivir al día, en forma muy  intensa, como si quisiera vivir lo que no ha vivido, aun sabiendo que va a morir.


- Aceptar no significa darse por vencido.

- Aceptar no significa someterse.

- Aceptar no significa resignarse.

- Aceptar no significa no hacer nada o sentir que se perdió la batalla.  Batalla contra la muerte que desde el inicio era imposible de ganar pues TODOS moriremos en algún momento, lo que cambia de unos a otros es simplemente - el cuándo y el cómo-.

Aceptar es…

  • Separarnos gradualmente de nuestros seres queridos, los lazos afectivos, los objetos, los diferentes roles que deben interpretar en la vida.

  •  Comprender que el mundo sigue viviendo sin nosotros.

  • Ponerse de acuerdo con la realidad, con la naturaleza, con los amigos. Interiorizar la muerte como la experiencia final de la vida.

  • Conservar la experiencia derivada de nuestros recuerdos en forma positiva.

  • Reconciliarnos con la muerte y con la vida, con nosotros mismos y con DIOS..

  • Hacer la paz con nosotros mismos y entregarnos a este nuevo nacimiento, como cuando morimos a la vida intrauterina y nacimos a “ésta”.  Ahora nos toca de nuevo morir a “ ésta” vida y nacer a lo siguiente.

Hay distintas formas de  reconciliación final, todas válidas y respetables, porque permiten al ser humano morir dignamente.

Módulo educativo sobre el duelo:

El duelo es una reacción natural, necesaria y muy humana frente a un cambio muy significativo o una pérdida importante en nuestras vidas.

Por lo tanto, no debe suprimirse o tratar de que la persona no la experimente. Esta etapa ayuda a que nos preparemos para morir y generalmente se inicia cuando los síntomas de la enfermedad terminal no se pueden ignorar por más tiempo.

El duelo, la pena y el pesar son respuestas sanas de los seres humanos frente a situaciones tales como:

- La muerte de algún miembro de la familia
- Una separación o un divorcio
- Un aborto
- La pérdida del trabajo
- La pérdida de una mascota
- La pérdida de una propiedad
- Quedar inválido o con lesiones
- Cambiar de país o lugar de residencia
- Cuando los hijos se van
- La decepción de un niño
- Cuando renunciamos a un sueño

Se puede decir entonces que a lo largo de nuestra vida vamos a elaborar muchos procesos de duelo, unos más importantes –emocionalmente hablando– que otros. En realidad el primer duelo que elaboramos, se da cuando morimos a la vida intrauterina, y  se nace a ésta vida que conocemos hoy, aunque no lo podamos recordar.

La mayor pérdida que podemos experimentar es cuando perdemos a un ser querido, cuando alguien a quien amamos muere. Pero aún en ese momento es importante experimentar plenamente el dolor, la pena y el pesar; es la mejor forma de aceptar la pérdida.

Nadie puede negar que experimentar el duelo es algo muy doloroso, pero es importante también recordar que el dolor se irá y que la herida sanará. Al igual que una herida profunda sana y deja una cicatriz en un tiempo determinado, así el proceso de duelo es la cicatriz emocional por la pérdida de un ser querido. Porque todos en algún momento de nuestra vida vamos a experimentar probablemente un duelo, es importante que podamos comprender nuestros sentimientos en esos momentos. NADIE ES INVULNERABLE A UNA PERDIDA.

Encarar la realidad, y  el estar con nuestros sentimientos de miedo, soledad, desamparo o impotencia, no hará más fuertes y capaces de vivir plenamente.

Las personas que están en duelo comparten muchos sentimientos, tales como shock y negación de lo que sucede, mucha cólera, culpa, depresión, soledad y esperanza.

Cuando una persona está de duelo atraviesa por algunas etapas que es importante conocer:

a. Shock o negación:
 Nuestra primera reacción es negar que lo sucedido es cierto. Nos embarga una situación de irrealidad, como  tener  una pesadilla, no coordinamos bien, estamos como “tontos”.

Muchas personas no expresan sentimientos en estos momentos y tienden a pensar que han tomado la noticia –hasta donde se puede– de muy  buena forma.

En esta primera etapa de irrealidad, los amigos juegan un papel importante para ayudar con los preparativos necesarios. Esta sensación nos permite recogernos en nosotros mismos, como una protección frente a este dolor tan grande que implica la pérdida de un ser querido y desarrollar recursos internos y externos para sobrellevar la perdida.
¿Cuánto dura esta primera fase?

Pueden ser horas, días y hasta semanas. Es muy particular para cada persona. Muchas personas en este período refieren que experimentan una sensación de anestesia y que funcionan en forma mecánica, automáticamente. La necesidad del individuo aquí muchas veces es el distanciamiento emocional. Se protege uno mismo contra el impacto de la pérdida.

b. Sufrimiento y desorganización:

Aquí  se siente todo el impacto de la pérdida. Hay mucho sufrimiento y llorar nos deja la sensación de alivio, de descarga. ¡Es bueno llorar!

El dolor NO es constante, viene como en oleadas. Lloramos, nos sentimos mejor y de nuevo viene el dolor. Podemos experimentar sentimientos muy dolorosos, tales como culpa, soledad, abandono, depresión, dificultades para conciliar el sueño, pérdida del apetito, lástima por uno mismo, sensación de invalidez, alucinaciones auditivas, visuales o sueños constantes con la persona fallecida. Todas estas experiencias con nuestros sentimientos son normales, son parte del proceso de duelo y todos las experimentamos en mayor o menor grado y de forma muy particular, tantas como seres humanos hay.

Es fácil enfermarse durante este tiempo por la depresión, la falta de sentido que parece tiene la vida, porque sentimos que no podremos reponernos de la pérdida, estamos irritables, apáticos o con mucha cólera, con los otros, contra nosotros mismos, contra la sociedad y muchas veces hasta con Dios, porque sentimos que es injusto lo que nos está sucediendo y con frecuencia nos preguntamos “¿por qué a mí?” Y lo tomamos como un castigo, olvidando que a todos nos puede suceder algo así y que la muerte es algo tan natural como la vida misma y que todos moriremos algún día.

En esta etapa, hay una fuerte tendencia  a recriminarnos con frases como las siguientes: “¿Y si yo hubiera hecho esto o lo otro?”; “si yo no le hubiera prestado el  auto, ¡no le hubiera  pasado nada   “si yo le hubiera puesto más atención, la enfermedad se hubiera diagnosticado a tiempo”. Y muchos más “y si yo…”, que nos hacen sentir culpables y muy mal con nosotros mismos, cuando en realidad se hizo todo lo posible y  fue lo mejor en su justo momento. La muerte de un ser querido se sale de nuestro control. Nadie tiene el poder de la vida y de la muerte.

 Las personas pueden expresar que les falta el aire, que no pueden  tragar o respirar. Esto se conoce como somatización, en realidad  no están enfermos, pero expresan  físicamente  la angustia, ansiedad y dolor por la pérdida del ser querido. Muchas personas refieren disminución de la libido, no desean la interacción sexual con su cónyuge o simplemente descubren impotencia sexual. Toda esta sintomatología es considerada como normal.

Estos síntomas son transitorios, no deben asustarnos. Obedecen principalmente al estado de ánimo en que nos encontramos cuando hemos perdido a un ser querido. ¿Quién podría correr una gran distancia o un maratón, sin jamás haberse entrenado para correr, y finalizar con éxito? Simplemente nos cuesta mucho retomar las actividades normales de la vida diaria cuando estamos sometidos a gran estrés, angustia y dolor por la separación. Además, todo proceso de duelo requiere una inversión de una gran parte de  la propia energía.

Es importante recordar que no importa cuán difícil parezca la vida después de una pérdida, debemos creer que podremos sobreponernos y pasar esa enorme  montaña de dolor, pues nos espera un nuevo día con un bello amanecer. La vida debe continuar después de una perdida.

C. Organización

Esta fase o etapa se caracteriza, porque  se empieza a planear y creer de nuevo en el futuro. Se hacen planes para vacaciones o para la Navidad o para el cumpleaños de algún miembro de la familia. Se retoman las amistades, y las actividades sociales, que fueron suspendidas después de la pérdida del ser querido.  Las personas se descubren riéndose o divirtiéndose como hace mucho tiempo no lo hacían.  De repente se toma conciencia y solo han pasado unos meses o un año desde que el ser querido falleció.  Sin embargo parece que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que compartimos con otros, o que fuimos felices.  La sensación que se experimenta se iguala al hecho de que se cayó en una profunda caverna, y solo  se vislumbraba la luz muy a lo lejos.  O se está muy cerca ahora, o ya se salió de la caverna y el sol brilla y calienta de nuevo fuerte, sobre nuestra vida. Ha quedado una cicatriz, sí, así es, sin embargo la persona ya puede hablar del ser querido y no llora o no se deprime.  Más bien rescata cada vez que puede, lo importante que fue esa relación con el ser querido para su vida.  El amor se transforma, y ya no es necesario la presencia del ser querido para sentir  y disfrutar de sentir ese amor.

Un proceso de duelo normal tiene una duración de trece meses a dos años en su elaboración.  De ninguna manera podría decirse que si se prolonga un poco más o se da en un poco de menos tiempo, sea un proceso de duelo anormal.  Cada persona es particular y única, y todo caso debe  analizarse en forma individual y por parte de un terapeuta con experiencia en la materia.

¿Cómo podremos ayudarnos a vivir con esta pérdida?

Uno puede ayudarse a caminar hacia delante durante este tiempo tomando en cuenta cuáles son  las propias  necesidades  físicas y emocionales.

1. Exprese sus sentimientos, admita y comparta sus miedos, su ansiedad. Guardarlos, taparlos o no expresarlos puede crearle más problemas.

2. Pida ayuda cuando la necesite. Muchas veces los familiares y amigos desean y pueden ayudar, pero no saben cómo, no les hemos dicho.

3. Acepte la ayuda que se le ofrece. El entendimiento y el apoyo pueden hacer mucho más llevadero este dolor. Si somos religiosos, aceptemos la ayuda que la comunidad a la que pertenecemos nos ofrezca.

4. Sea amable con usted mismo. Algunos días serán más difíciles que otros, pero es muy importante tener presente y creer en nuestra recuperación. No tomemos grandes decisiones que afecten nuestra vida de forma importante, hasta no sentirnos recuperados y fuertes para tomar decisiones.

5. Dese todo el descanso posible y que usted considera que su cuerpo y mente necesita. Tendrá luego más energía para enfrentar su vida día tras día.

6. Esté alerta sobre problemas de salud, como jaquecas, náuseas, mareos, temblores, vértigo, falta de aire, cansancio, pérdida de peso o dificultades para conciliar el sueño, pero no se asuste, en la mayoría de los casos están relacionados con la situación de estrés a la que estamos sometidos, pero si persisten, mejor consulte con su médico de confianza.

7. No descuide su dieta, manténgala balanceada y nutritiva. Trate de iniciar ejercicios no violentos, que mejoren su condición; puede consultar a su médico sobre un pequeño programa. Manténgase alejado del alcohol, pastillas calmantes y estimulantes, a menos que estén recetadas por su médico y para algo específico. Siéntase orgulloso de su apariencia personal.

8. No descuide su salud. Visite regularmente a su médico para los exámenes de rutina que están indicados para usted (en cada caso en particular.

9. No olvide que cada ser humano expresa su duelo en forma singular y diferente al resto. Si desea llorar hágalo libremente, hable de lo que siente y le preocupa. No esconda sus sentimientos de tristeza.

10. Hágase un cuaderno o un libro de notas, donde usted pueda escribir lo que siente. No será una novela, no  es para publicarlo ni es necesario que los demás lo lean; es suyo, solo suyo y el propósito es que usted plasme en tinta y papel sus sentimientos y con el correr del tiempo podrá identificar en sus notas cómo su dolor va disminuyendo, cómo se incorpora a la vida diaria y cómo lentamente, pero de manera segura, el duelo se va resolviendo, la herida va cicatrizando y usted vuelve a ser una persona feliz, en la medida de sus posibilidades. Podrá identificar cómo el dolor llega en oleadas, no es constante y cómo cada día disminuye de intensidad. Luego de un tiempo largo no se asombrará de ver que usted hoy es la misma persona que escribió esto o aquello hace algún tiempo.

Algunas personas tienen ideas erróneas sobre el duelo. Muchos consideran que llorar es signo de debilidad. Desde pequeños les decimos a nuestros niños varones que no lloren, que no sean débiles. Esto está  mal. El llanto es una excelente forma de expresar, y de dejar salir las emociones y sentimientos que son muy intensos. Definitivamente no existe nada de vergüenza en mostrar  los sentimos cuando se ha  perdido a un ser querido.

Otras  personas consideran que no se  debe conversar sobre la pérdida del ser querido con los dolientes. Esto es falso.  Se tiene, existe la necesidad de hablar, de expresar los  sentimientos  y compartirlos  con  los demás. Sentir dolor por la pérdida  de un ser querido no es nada de lo que tengamos que avergonzarnos. Al hablar, compartimos el dolor y nos sentimos más aliviados. La carga, cuando se reparte, es menos pesada.

Hay quienes sostienen que debemos proteger a los niños del duelo de la familia. Los niños, como los adultos, también necesitan pasar y trabajar el proceso del duelo, sólo que en los niños es un poco diferente la elaboración, de cómo se da en los adultos. Seamos receptivos a sus necesidades, hablando sobre la pérdida en una forma lo más honesta y amorosa posible. Ellos también necesitan una persona abierta, dulce, que los apoye y que les permita hablar de lo que piensan, sus miedos y de lo que sienten.

 Muchas personas creen o piensan que elaborar el duelo implica  necesariamente olvidarnos del ser querido, sacar las memorias de nuestra vida,  y que no nos importe más. Nada más alejado de la verdad que esto. Continuar con nuestra vida, realizarnos y ser felices es el mejor tributo que podemos darle a un ser querido que también nos amó.

El dolor y la pérdida de un ser querido, así como el duelo, son parte de la vida y para recuperarnos es importante:

1. Comprender el proceso y sus fases nos ayuda a elaborarlo.
2. Creer que si nos podemos ajustar a esta nueva circunstancia de la vida.
3. Aprender a aceptar la pérdida y crecer con la experiencia en forma positiva.
4. Buscar ayuda cuando lo sintamos necesario.

¿Qué hacer  para  ayudar a una persona

que está en duelo?


1. No repita las frases  que todos los demás dicen: “Algún día todos tendremos que morirnos ”; “las cosas mejoran por si solas,  ya verás”; “sos muy joven y podés tener muchos hijos màs” “ un clavo saca otro clavo”, “ sos muy linda, no penses que te vas a quedar sola para siempre”
2. Los  procesos requieren tiempo. El duelo es un proceso y no se debe apresurar.

3. Esté cerca de esa persona, que sepa que usted puede dar soporte y ayuda, sobre todo: a las seis semanas, a los tres meses, los días feriados y los aniversarios.

4.  No esconda sus propios sentimientos, el mismo Jesús sollozó en la cruz, es normal sentir temor, al expresar nuestros sentimientos,  el doliente podrá ver que no nos da vergüenza expresar  los sentimientos y comprenderá  que no hemos quedado incapacitados permanentemente después de perder a un ser querido.

5. Reconozca el comportamiento normal de una persona en duelo:  irritabilidad, poco apetito, llanto fácil, alucinaciones, pesadillas, silencio y quietud en medio de la multitud, dificultad para conciliar el sueño:  se amanece despierto o le dan las tres de la mañana y  se puede conciliar el sueño y otros síntomas  que son evidentes de depresión.

6.  Existe una fuerte tendencia en el doliente de contar  la historia una y otra vez y otra vez,  la historia de  que fue lo que le paso a su ser querido,  permítale que lo haga las  veces que sean necesarias, dónde, cómo, por qué, quién. Es normal que  los amigos se cansen de oír el mismo cuento todo el tiempo, pero  así se ayuda al doliente a realizar, a interiorizar la pérdida del ser querido a través de esta expresión, siempre y cuando el doliente desee hablar de esta experiencia.

7. Ayude a identificar sentimientos escondidos de ira, cólera o culpa, que por lo general la persona no se permite sentir en forma consciente, pero que están allí y perturban. Deben exteriorizarse, salir a la luz, si se desea restaurar la salud espiritual y emocional de la persona.

8. Todos los seres humanos reaccionamos en forma diferente frente al duelo o la pérdida de un ser querido. No espere reacciones idénticas en las personas. Cada uno tiene su forma particular de expresar el dolor, la tristeza y el duelo por la muerte de un ser querido.

9. Restaurar la confianza  que la persona tiene en sí  mismo es muy importante, ayúdela a  tomar decisiones, a aprender cosas nuevas, a manejar los problemas de todos los días.

10. Establecer nuevas relaciones con otras personas, es importante.  El doliente, posiblemente  a estado muy alejado de las relaciones sociales, y tiende a ser muy introvertido.  Ayúdelo a salir  adelante con estos retos, a veces se olvida hasta de que tema conversar.  Crear  nuevas  amistades  puede ser un reto muy grande.


Dra. Lisbeth Quesada Tristán

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